Verbo Encarnado, Dios todopoderoso y eterno, que has querido permanecer entre nosotros bajo las especies del pan i el vino, para ser alimento, luz, descanso, paz, consuelo y ayuda en las dificultades y angustias de la vida.
Que ante esta inmensidad incomprensible, digamos como el apóstol Pedro.» ¿a quien iremos Señor?, solo Tú tienes palabras de Vida eterna».
Que ante la dificultad de creer, podamos «palpar» esta realidad y salga de nuestros corazones, la admirada expresión del apóstol Tomás. «¡Señor mío y Dios mío!».
Que ante el abandono del Sagrario, a semejanza del abandono de la Cruz, permanezcamos con María, su madre, el apóstol Juan y las santas mujeres, a los pies de quién es Camino, Verdad y Vida.